viernes, 18 de agosto de 2017

Un verano maravilloso



En el verano entre primero y segundo de liceo, 1970/71
me propuse facilitado por mi madre que le encantaba crearme condiciones y experiencia para el trabajo, trabajar de mandadero

Conseguí en SEDERÍA JAPÓN,

"LA SEDERÍA DE LAS NOVIAS"
 
de los Hermanos Jabif,
unos judas salados,
expertos en el comercio
y en el arte de vivir bien.

Mi tarea consistía en
Limpiar los vidrios de las enormes vidrieras,
Barrer el Comercio del frente al fondo,
entregar paquetes que consistían generalmente
en cajas con vestidos de novias o capelinas,
todo en esa confección para pobres que vendían ahí,
y llevar a las clientas a las modistas.

Yo estaba por dentro del tema, y todo eso era obvio para mi,
porque mi madre era modista de boutique, la “medida fina” uruguaya de aquel entonces.

Gracias a ese trabajo conocí Montevideo de punta a punta, del Cerro a Carrasco, pasando por todos los barrios,
entregando trajes de novia y recibiendo sonrisas y propinas,
en las cachilas de cutcsa, en los trolles de amdet, y
en los come y ucot y coetc que era lo que había.

También aprendí con los mayores todas las “delincuencias”
que podía hacer un niño en esa época,
a comer en distintos lados y salir corriendo,
a colarse en los ómnibus sin NUNCA pagar boleto.

Yo tenía mi colección de boletos, uno de cada compañía,
en esa época siempre los omnibus iban abarrotados y la gente viajaba colgada sin problemas. Yo me iba metiendo y me ponía un boleto doblado en la boca. Cuando el guarda me miraba, con la cara de pendejo retrasado en el carajo y el boleto en los labios, pasaba de largo.


Las confecciones de los vestidos llevaban dos visitas a las modistas, que eran tres a pocas cuadras del comercio, una para tomar las medidas, y otra para la prueba antes de la costura final.

Entonces nos daban guita para llevar a la gente, en general la novia y la madre, en taxi hasta la modista, nosotros las cruzabamos a la parada y las subíamos en el 187, las llevabamos caminando media cuadra hasta la modista
y ahí mismo a la panadería a comprar bizcochos.

También tuve una primera experiencia contable de oficina,
como detectaron que podía calcular el 1% y esperaban una inspección me pusieron a pegarle timbres a una colección de biblioratos con conformes, y a partir de ahí me empezaron a mandar a los bancos de la ciudad vieja con cheques a pagar conformes.

Era un trabajo de mierda, que solo me rendía porque tenía boletos de estudiante, porque tenía horario cortado con dos horas al medio, lo que implicaba 4 boletos, y se te iba el sueldo en boletos,

pero la EXPERIENCIA DE PODER CAMINAR MONTEVIDEO DE PUNTA A PUNTA LIBRE CON 12 AÑOS FUE UN REGALO DE MUCHO MAS VALOR QUE CUALQUIER SUELDO


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