miércoles, 4 de mayo de 2016

La psiquiatría, fuera de control



Peter Gøtzsche en su libro Deadly Medicines and Organised Crime: How Big Pharma has Corrupted Healthcare tiene un capítulo titulado “Psiquiatría, el paraíso de la industria farmacéutica”. Según Gøtzsche ello se debe a que la definición de las enfermedades psiquiátricas es vaga y fácil de manipular. Los diagnósticos psiquiátricos son tan peligrosos como los nuevos medicamentos.
Hemos encontrado este artículo en el blog Critical Psychiatry, un primo hermano del excelente PostPsiquiatría de Amaia Vispe y José Valdecasas, que hemos traducido en parte. Para las conclusiones utilizaremos un texto de nuestro admirado Des Spence.
Una conclusión propia: el diagnóstico psiquiátrico biomédico es casi siempre infra-diagnóstico (simplificación); sus consecuencias son casi siempre sobre-tratamiento.
“La definición de “diagnóstico” ha sido monopolizado por la medicina. En este sentido, es el arte o acto de identificar una enfermedad por sus síntomas y signos. El concepto de diagnóstico también tiene una definición más amplia: el análisis de la causa o la naturaleza de una condición, situación o problema. Por ejemplo, un mecánico de automóviles puede diagnosticar problemas en el motor.
La aplicación del sentido médico más estrecho del diagnóstico a los problemas de la mente es controvertida. El diagnóstico médico por lo general implica una declaración acerca de una disfunción corporal. Por tanto, hay una distinción conceptual entre una “enfermedad” que es causada por patología física subyacente y una “enfermedad ” que surge de las quejas de los pacientes.
Algunos críticos sugieren que el proceso de diagnóstico psiquiátrico debe ser abandonado y reemplazado por otras alternativas …
Hay problemas reales con lo que podría llamarse un excesivo énfasis en el diagnóstico biomédico en la práctica actual. Los errores en el diagnóstico pueden tener consecuencias estigmatizantes y devastadores. A modo de ejemplo, Kay Sheldon era una paciente que fue diagnosticada como esquizofrénica. Kay sabía que ella no tenía la esquizofrenia y que su tratamiento estaba mal, pero no lograba que nadie la escuchara. El único curso de acción que ella descubrió que podía tomar era una demanda por negligencia médica. Simon Foster, al comentar sobre el caso, dijo:
Cada año se oye hablar de decenas de casos con tratamientos inadecuados para sus necesidades. Desafortunadamente, una vez que un psiquiatra ha hecho un diagnóstico, puede ser extremadamente difícil conseguir revisarlo o cambiarlo. Estoy encantado de que la autoridad finalmente tome un enfoque realista a este caso. Espero que anime a otras personas a cuestionar decisiones que son claramente erróneas” (Mind, 2001)
En este artículo se analiza por qué esta situación prevalece en la psiquiatría…
El enfoque biopsicosocial del diagnóstico en psiquiatría
El modelo dominante de la enfermedad mental en psiquiatría es biomédico. Esta declaración no tiene por objeto fomentar una batalla ideológica sobre la naturaleza de la enfermedad mental. Lo que hay que señalar es que ha habido una posición minoritaria alternativa en psiquiatría. Esta ha sido particularmente representada por Adolf Meyer, que fue el psiquiatra estadounidense más importante de la primera mitad del siglo pasado. Su modelo teórico fue llamado Psicobiología y supuso un enfoque biopsicosocial al diagnóstico en psiquiatría.
La influencia de Adolf Meyer ha sido eclipsada por la corriente dominante de la psiquiatría biomédica … Meyer discutió con Kraepelin sobre la introducción del concepto de demencia precoz. Lo que Kraepelin (1921) pensó que estaba identificando era un solo proceso morboso. En la revisión de su libro de texto agrupó varios trastornos bajo la etiqueta de demencia precoz… Kraepelin también introdujo el término enfermedad maníaco-depresiva a la que consideraba un solo proceso morboso. La distinción que hizo fue que la demencia precoz daba lugar a un deterioro de la personalidad y por lo tanto tenía un mal pronóstico. La enfermedad maníaco-depresiva era una enfermedad episódica en la que los pacientes estaban relativamente bien entre los episodios.
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En sus orígenes Meyer cuestionó la base biológica del concepto de demencia precoz de Kraepelin. Meyer estaba preocupado por tener una comprensión psicógena de la demencia precoz tanto como de cualquier otra presentación psiquiátrica. En realidad, no ayudaba a la comprensión de las razones de por qué la gente se volvió psicótica sugerir que se debía a una demencia precoz…
El énfasis de Meyer era en la comprensión del paciente como persona. Su consejo en la evaluación psiquiátrica era concentrarse en lo que él llamó “los hechos del caso”. Esto es, los datos personales y sociales… Era importante no excluir una comprensión de los problemas de una persona y pasar demasiado pronto a un diagnóstico único…
Son los problemas de la persona los que se debían abordar fuera cual fuera el diagnóstico. Por lo tanto, desde este punto de vista, el diagnóstico médico no tiene demasiado interés. Ciertamente, el peligro con el diagnóstico es que se simplifique en exceso la naturaleza de los problemas del paciente… Esto significa que los psiquiatras dejan de hacer suficientes esfuerzos para comprender por qué los pacientes han reaccionado de la forma que lo hacen en cada situación.
Los psiquiatras no quieren admitir la incertidumbre que existe en el diagnóstico. Uno sólo tiene que asistir a una conferencia de un caso psiquiátrico para darse cuenta de que el diagnóstico no es una ciencia exacta. Muchas opiniones diferentes se expresarán. Obviamente el diagnóstico tiene algo que ver con el diagnosticador, el observador, y no sólo con el paciente diagnosticado, el observado. Esto es en parte la razón por la que la hipótesis biomédica parece atractiva. Se mantiene la esperanza de una certeza en la evaluación de los procesos mentales. Pero el mundo real del ser humano es más complejo. Hacer un juicio y una evaluación sobre otra persona, inevitablemente, implica hechos, pero también valores.
Importancia de la introducción del DSM- III
El pensamiento actual sobre el diagnóstico está muy centrado en las clasificaciones psiquiátricas modernas, como el DSM- IV y la CIE- 10. Hubo un cambio significativo que se produjo entre el DSM-II y el DSM-III… El DSM -III representaba un intento de enfatizar la importancia de un diagnóstico, la lucha deliberada contra las tendencias que, se consideraba, habían devaluado el papel de diagnóstico, tales como el enfoque de Meyer y el psicoanálisis.
El cambio en los sistemas de clasificación de diagnóstico entre el DSM-II y el DSM-III fue radical. Esto puede ser visto sólo con el tamaño del manual. El capítulo relacionado con los trastornos psiquiátricos en el DSM-II es un delgado folleto. El DSM-III es un gran libro de texto. Y un gran libro de texto con una diferencia: no hay referencias. Se supone que el DSM-III hablaba con autoridad: no necesita ninguna referencia.
¿Por qué un cambio tan dramático? El DSM-III fue producido por un equipo de trabajo en el que Robert Spitzer era el Presidente. Ya se había hecho un nombre por sí mismo como uno de los autores de los Criterios Diagnósticos de Investigación (RDC) que eran descripciones de diagnósticos con fines de investigación…
Spitzer estaba particularmente preocupado por la fiabilidad del diagnóstico. Lo que le tenía más perturbado era un estudio de Rosenhan (1973) llamado “Estar cuerdo en un manicomio”. Rosenhan fue un sociólogo que estaba interesado en el efecto del etiquetado de los diagnósticos psiquiátricos. Lo que hizo, en un estudio clásico, fue instruir a personas normales para que fueran admitidas en un hospital psiquiátrico… diciendo que estaban oyendo una voz, con una sola palabra. Había tres variaciones de pseudopacientes: los que estaban oyendo la voz “golpe”, “hueco” o “vacío”. Este fue el único síntoma que tenían. No había delirios o trastornos del pensamiento u otros síntomas de enfermedad mental. Una simple alucinación no es particularmente característico de enfermedad mental.
¿Qué pasó con estos falsos pacientes ? Todos ellos fueron ingresados ​​en el hospital psiquiátrico. .. ¿Qué diagnósticos recibieron? Todos ellos, excepto uno de ellos que fue diagnosticado como maníaco- depresiva, recibieron un diagnóstico de esquizofrenia.
La respuesta del establecimiento psiquiátrico a este estudio fue de incredulidad. Rosenhan informó entonces al personal del hospital de que en algún momento durante los próximos tres meses uno o más pseudopacientes intentarían ser admitidos de nuevo. No existió ese intento en realidad. Sin embargo, aproximadamente el 10 % de los pacientes reales fueron diagnosticados de pseudopacientes en ese periodo.
Rosenhan dedujo de ello que el diagnóstico psiquiátrico era subjetivo y no reflejaba características propias del paciente. Spitzer (1976) fue uno de los principales críticos en la literatura de este estudio y sus conclusiones. En otras palabras, existe una relación directa entre el estudio de Rosenhan y el DSM- III.
Spitzer entró en pánico e hizo todo lo posible para asegurarse de que los trastornos psiquiátricos quedaban claramente definidos. No hubo reglas transparentes en la definición de cada diagnóstico psiquiátrico. Se les ha llamado definiciones “de menú chino”. Si pide un menú fijo en un restaurante chino pide platos de una parte del menú y luego de los otros. Del mismo modo, las definiciones operacionales requieren síntomas de la sección A y a continuación de la sección B, y así sucesivamente hasta que haya suficientes para concluir el diagnóstico.
El problema es que Spitzer se perdió. Lo que estaba siendo desafiado era la validez del diagnóstico psiquiátrico no su fiabilidad. Está muy bien crear una definición de diagnóstico consistente y confiable. Pero supongamos que esta definición fiable no guarda relación alguna con lo que se supone que representa…
El DSM -III ha fomentado la práctica irreflexiva psiquiátrica y un enfoque impersonal para el diagnóstico…  El enfoque de Meyer fue definitivamente considerado como demasiado vago…”
(hasta aquí la traducción parcial)
Las simplificación del diagnóstico en psiquiatría tiene evidentes consecuencias para los pacientes en términos de etiquetado, simplificación de los abordajes terapéuticos y sobre-estimación de la incidencia de la enfermedad; y, por supuesto, el excesivo énfasis en definir de manera simple la complejidad del funcionamiento mental/social de una persona conduce al sobre-tratamiento con cada vez más peligrosos medicamentos
Se reconoce que el DSM-IV ha fabricado tres epidemias de enfermedades mentales: el trastorno por déficit de atención, el autismo y el trastorno bipolar infantil. El DSM es producto de un consenso y, por tanto, un documento acientífico.
Lo peor es que, el incremento del número de categorías diagnósticas o la ampliación de los criterios que definen las ya establecidas, suponen millones de dólares para la industria farmacéutica. Por eso, los esfuerzos del marketing son cada vez más intensos en psiquiatría ya que los retornos son potencialmente mayores.
En los años 1990-1992 el 12% de la población norteamericana entre 18 y 54 años recibía algún tipo de tratamiento psiquiátrico. En los años 2001-2003, la población tratada ascendió al 20% (Kessler, 2005). En el 2012, los CDC informaron de que el 25% de la población norteamericana tenía alguna enfermedad mental
Des Spence escribió en 2012 este texto titulado “Los oligarcas de la psiquiatría que medicalizan la normalidad” a propósito de la noticia de los CDC:
“La salud mental debe ser una prioridad para todas las sociedades pero su estigma debe ser siempre cuestionado. Sin embargo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) informan que un asombroso 25 % de las personas en los Estados Unidos tienen una enfermedad mental (1). Este dato es tan tremendo que solo puede haber una conclusión: la psiquiatría está medicalizando la normalidad. La definición de “enfermedad mental” es una opinión. Estas opiniones son dadas por un pequeño grupo de oligarcas psiquiátricos autores del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM). Sus opiniones están contaminadas: el 75% de los autores de la nueva edición tiene conflictos de interés (2)
El modelo de salud mental DSM es un reduccionismo biológico donde los comportamientos son explicados como “desequilibrios químicos” y, por supuesto, susceptibles de tratamientos con medicamentos. De este modo, decenas de millones de niños normales, pero despistados, disruptivos, indisciplinados, mal humorados o tímidos han sido etiquetados para toda la vida como un enfermo mental. Los niños se ven desproporcionadamente coaccionados por el control químico. Las cifras de Carolina del Norte muestran que el 15,6 % de los niños son etiquetados como déficit de atención (3). En Nueva Jersey uno de cada 30 niños se considera que tiene un trastorno del espectro autista (4) y el diagnóstico de enfermedad bipolar en niños se múltiplicó por 40 en la última década en USA (5). Tales números son aclamados como un mejor diagnóstico y no como la calamidad evidente del sobrediagnóstico y de infancias perdidas. ¿Cómo van estas etiquetas afectar a sus futuros empleos, a sus relaciones y su autoestima?
Así que, ¿el DSM-5 tratará de revertir el sobrediagnóstico? No. Las nuevas propuestas verán el duelo reclasificado como “depresión” clínica si dura apenas dos semanas (6) La definición del Trastorno por Déficit de Atención se ha hecho más ambigua (6) y ha aparecido una nueva condición: “el trastorno disruptivo del estado de ánimo”: tres estallidos de mal genio a la semana y ser negativo, irritable o estar enojado son suficientes para que se pueda etiquetar a los niños para siempre. En los adultos el nuevo “síndrome de psicosis atenuada” (6) intenta etiquetar a las personas con alto riesgo de desarrollar psicosis, y esto a pesar de la investigación reciente que indica que sólo el 8 % desarrollará una enfermedad psicótica (10). Estos cambios desafían el sentido común y sólo servirán minar la situación profesional de la psiquiatría. Esta producción industrial de enfermedad psiquiátrica solo sirve a la industria farmacéutica porque los problemas de salud mental representan el nirvana de las ganancias gracias a la toma de múltiples medicamentos de por vida.
La crítica a la psiquiatría se contra resta con la llamada a evitar el sufrimiento. No es así. Los psiquiatras tienen un deber no solo con la enfermedad sino también con el bienestar y estamos en una zona de desastre de la salud mental. El DSM- 5 (y la psiquiatría) está plagada de conflictos de intereses, sus definiciones son débiles, no específicas y contrarias a la intuición. Sé que muchos psiquiatras creen que esto también, así que es hora de tomar una posición en contra de la mutilación de la psiquiatría moderna”
http://www.nogracias.eu/2014/02/15/la-psiquiatria-fuera-de-control/


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