viernes, 14 de junio de 2019

EL DOTOR DE MI PUEBLO


atendía 24hs, en su consultorio o iba a las casas si lo llamaban
vivía con su mujer y su hijo, uno de nosotros,
los niños del pueblo.

Cuando tenía 5 años observé que mi madre se quedaba en cama porque según ella estaba ”enferma”, una gripe o algo así.

Entonces agarre un banquito para llegar al telefono,
levanté el tubo y giré la perilla y de inmediato me atendió una operadora
a la cual le dije que me comunicara con el doctor porque mi madre estaba enferma
lo cual hizo de inmediato y el dotor que me conocía bien, fue enseguida a mi casa,
para sorpresa de mi madre que no lo esperaba,

Obviamente no le dió ningún remedio, solo que siguiera guardando cama hasta que se le pasara, que estaba bien. Que siguiera con los remedios caseros, miel, limón, tecitos y que no tomara frío. 

El dotor iba todas las nochecitas al CLUB, el único espacio lúdico del pueblo para grandes y chicos, sobretodo en invierno.

El club tenía una cantina con una barra y unas mesas, y un mesa de casín.

Como toda cantina y ademas como única del pueblo, había siempre unos cuantos tomando tranquis, duro y parejo, mientras hablaban y reían entre ellos, y algunos jugaban al casín.

Todavía no había televisión, porque no habían canales que agarraran bien.

El club tenía una gran espacio con un escenario, en el que hacían bailes, o pasaban películas,
o hacían kermeses.

Se jugaba también al ping pong y se timbeaba a la conga,

Algunas veces alguno de estos nos llevaban con ellos al club y nos pasabamos horas viendo jugar al casín o a la baraja o simplemente escuchando conversaciones sin sentido para nosotros a cambio de una crush o una coca.

Podíamos ir solos, pero a ninguno se nos ocurría, ibamos como perritos escoltas como observadores en la nuestra. En ese momento los niños no eramos tratados como príncipes cautivos, los adultos que nos criaron asumieron su rol que incluye la certeza de que vivimos en un mundo hostil y peligroso, y dejarnos libres a pesar de ese conocimiento, porque tenían huevos, y querían que sus hijos fueran libres como ellos,

El dotor se sentaba en una de la mesas, a veces alguien lo acompañaba, a veces estaba solo y conversaba con la barra acodada en el bar, tomando siempre su whisky hasta que se iba a la casa manejando su auto con un terrible pedo. La casa queda a cuadra y media, en una calle sin actividad ni cruces, solo seguir un camino y doblar hasta la casa.

Nosotros sabíamos que si lo llamabamos, aunque hubiera tomado y estaba en pedo,
cuando tenía que encarar se transformaba, se montaba en su sobriedad de médico,
y nunca el hecho de haber tomado o no alteró un ápice su solvencia técnica y su capacidad de médico.

El dotor le escribía a mano cuaderno enteros a las madres con consejos y contenido para los escenarios mas comunes que iban a enfrentar y como tratarlos o enfrentarlos.

Yo escuché muchas veces agraderle esos cuadernos, y como se lo prestaban entre ellas, las mujeres de mi pueblo.

Lenguaje simple de cosas simples, con información pertinente, sin asumir el rol de autoridad que va a decidir por el otro o va a querer hacerle la cabeza de cualquier manera y con cualquier tipo de amenaza, como hacen ahora incluso mediáticamente.

El dotor y los ingenieros, eran los que peleaban por traernos cultura, nos pasaban cine todos los fines de semana, largas sesiones de el gordo y el flaco, chaplin, películas y series de cowboys a peleas entre indios y caballería, con las que estimulaban nuestras fantasías.

Obviamente la ideología de la película ni su determinación de lo bueno y lo malo importaba algo para nosotros, siempre hubieron niños que elejían cualquiera de los roles, igual que ahora, de todo hay en el mundo.

Traían bibliotecas itinerantes, que eran cajones con libros, revistas y enciclopedias, que algunas bibliotecas de montevideo, como la artigas-washington, preparaban y hacían circular por las escuelas o clubes del interior, un mes en cada uno.

Leíamos. mirabamos todo lo que queríamos,
lo metíamos de nuevo al cajón y seguía viaje.

Estas personas nos formaron y nos transmitieron valores,
no solo al convivir con nosotros con el corazón mas allá de roles,
se preocuparon por compartir su status a la gente ,
proporcionandonos cultura, información, educación, formación,
de igual a igual, sin paternalismo, de común acuerdo,
porque en el pueblo todos los roles eran sagrados
y el hombre o la mujer que lo hacía merecía el mismo respeto,
desde el dotor al obrero,

Por respeto a estas personas,
en agredecimiento a todo lo que nos dieron,

es que abro la boca y hablo,

La forma, el estilo literario,
irreverente y ofensivo,
es un chiste que les hago,
una broma de uruguayo,
si el pepe pudo
¿porque yo no puedo?

No sea nabo mijo

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